domingo, 10 de octubre de 2010

Cuanto Creemos Hoy

¿Cuánto creemos en las relaciones de pareja? ¿Estamos dispuestos a enfrentarnos al final
fatídico el cual nos persigue como la más ilustre tragedia griega?

Lo cierto de todo esto es la inseguridad que genera una relación, y la responsabilidad que ello implica hacia la otra persona. Cuando fuimos niñas, los cuentos populares nos obligaron a creer en el amor perfecto, el irracional, crecimos con la esperanza del complemento , el hombre del caballo que nos rescataría de un castillo, en esas fantasías el amor es hermoso y da la impresión de que todas lograremos esa escena en nuestras vidas, el final feliz, con el hombre amado, el que llevamos a casa de nuestros padres, con el que nos besamos sin miedo por las calles de nuestra ciudad

Cuando aceptamos intentar vivir el amor, corremos riesgos gigantes, y comúnmente difíciles de negar, el tal llamado quiebre, somos incrédulas, pensando que nunca llegara, a veces nos proyectamos y pensamos el nombre de nuestros hijos y los de los perros de la casa, y cuando llega por lo general desemboca en una depresión inevitable, te sumerges en lagrimas y maldices todo aquello que algún día consideraste adorable, empieza el rechazo, y el sentimiento de frustración abunda en tus días cotidianos. Cuando te logras sobreponer de esa situación luego de haber pasado por pubs, fiestas, y un sinfín de números de hombre en tu celular, vez el tema desde otra perspectiva.

Es acaso que ¿ya no necesitamos las relaciones de pareja para ser felices?, o bien, ¿Les Tememos? Hay tantas cosas que tememos comúnmente los seres humanos, un ejemplo claro es el compromiso, y lo que ello implica, tememos sentir una formalidad, hacia algo tan libre que es el amor, quizás luego que el amor se envicia con el compromiso no vuelve a ser el mismo. Hay experiencias de todo tipo un ejemplo claro es cuando las personas conviven, todo es perfecto, no hay algo que obligue “ ser “ al amor y cuando se llega al matrimonio, las circunstancias físicas siguen siendo las mismas, pero la firma en el papel, cambia totalmente las cosas, nunca vuelve hacer lo mismo. Es distinto andar que pololear, cuando andas, el amor es un juego que no sabes su duración, lo cual es un sube y baja de emociones repentinas, es como la serie que nunca ha tenido un final, pololear es una formalidad que te aguanta las peleas y por ende la degeneración de esa relación, vuelves al círculo de la vida, el mal final ,el inevitable de la tragedia griega,

¿Es necesario etiquetar el amor? Si seguimos con estas conclusiones, quizás ya no llegue a existir la formalidad